ARIZONA. -La selección de Estados Unidos no mostró su mejor rendimiento después de la pasada copa mundial Qatar ‘22. Empató con su archirrival México en el Allstate Continental Clásico. La selección de todos se acercó a su gente, generó goles y fiesta en los minutos finales del State Farm Glandale, Arizona.
Nos quedamos con esta noche de primavera. Nos quedamos con ella, simbólica como el sol de invierno ya en retirada, y apretando a los recuerdos de una impresionante ventaja de 17 victorias, 9 derrotas y ahora 8 empates frente a México desde el 2000.
Nos quedamos con esta noche porque va más allá de James Sands, del debut de Cade Cowell neutralizado por el zaga mexicana y finalmente reemplazado por Alan Soñora quien le dio más profundidad al ataque, de la jerarquía creciente de Jesús Ferreira autor del empate… Es algo más de lo que ocurrió, profundo, fuerte, vinculado a los sentimientos: revivió el amor, el viejo amor entre la gente y la selección de todos.
El hincha estadounidense, el salvadoreño, el guatemalteco, el peruano, el hondureño, el costarricense, el ecuatoriano, en fin, el hincha latino fue a ver a sus ídolos del presente –salvo Walker Zimmerman, quizás Sergiño Dest–, a los hombres que confirmaron ser los indicados para enfrentar las responsabilidades mayores hasta la 17º edición de la Copa de Oro 2023, la Copa América Centenario 2024 y para la próxima Copa Mundial 2026 de Estados Unidos, México y Canadá.
Sí, deslumbra Kellyn Acosta y es seguro que tendrá su chance, podrán merecerla también atrás Aaron Long, Zimmerman, Dest y DeAndrade Yedlin y alguno más, pero quedó claro que éste es el grupo para los grandes objetivos, el de la clase internacional aprobada, y la edad justa, y el esfuerzo aceptado luchando hasta el final.
El equipo de todos emocionó al final del epilogo, el de la comunión resucitada, al margen de resultados mejores o peores incluyendo el empate. ¿Por qué vale? Porque jugaron hasta el minuto final y jugando así le empataron a su archirrival y uno de los mejores equipos de la CONCACAF. Porque con la pelota en los pies fueron más los mexicanos y con la pelota en poder ajeno reunieron orden, concentración y solidaridad para recuperarla.
Entonces, emocionaron, trasladaron el corazón y las convicciones de la cancha, a la tribuna, esperanzada a priori, pero también sujeta a algunos traumas y decepciones recientes. Las pisadas de Zimmerman pero también su fiereza para marcar y hasta voltearlo al atacante mexicano Alexis Vega si hacía falta.
La brutal sensación de gol que produce el mediocampista mexicano Carlos Antuna Romero cada vez que encara hacia uno de los dos palos del arco de Sean Johnson, y también su grito de gol, sus compañeros apilados uno a uno sobre él, el estadio abrazándolos a todos.
El resultado, sí, fue claro. Acrecentó el gozo de los 57,500 espectadores alrededor, fortaleció la estima de los jugadores acerca de sí mismos y despejó el rumbo del estratega Anthony Hudson, con seguridad. Sin embargo, no fue el 1 a 1 –con todo lo que siempre significa empatar a México–, la noticia del momento.
La noticia fue la lucha de ambas selecciones, el 1 a 1 entre estadounidenses y mexicamos se puede sintetizar como dramático, pues fueron dos cuadros que nunca resignaron sus pretensiones de triunfo y lucharon palmo a palmo la victoria. La noticia fue el coraje de ambos para arriesgar el partido, para manejar la pelota a los habituales dueños de la pelota, para sepultar inhibiciones y jugar. Ese fue el impacto, más aún que el empate.
Verlos seguros, serenos, atrevidos y maduros, todo al mismo tiempo. De cierta ansiedad exagerada en el comienzo –Brandon Vazquez, por ejemplo, se fue demasiado sobre el arquero mexicano Carlos Acevedo en dos o tres centros sobre el área y la pelota terminó pasándole por atrás–, se fue llegando al equilibrio emocional que le permitió al mismo Antuna Romero poner la diferencia para un público que reaccionó con euforia porque lo halagaron con lapsos de fútbol hermoso, pagó con aplausos meditados y largos porque le devolvieron la entidad. Bien o mal, sin más razones que haber nacido en el nuevo continente, a casi todos nos gusta lo mismo, si de fútbol se trata.
Vendrán los tramos difíciles para ambas selecciones entonces deberemos recordar y mantener la elección. Vendrán derrotas, empates torpes, tardes y noches en las cuales parecerán gambetas, pases inútiles, se verán pequeñas las porterías rivales o inmensos sus guardametas.
Entonces vemos la magnitud del resultado, en las malas y en las buenas. No es tan difícil decirlo, el estadounidense, el mexicano eligió su manera de vivir. Pero México y Estados Unidos eligieron su manera de empatar, pero que no sea un sueño más…
