Sin desbordes, sin exageración, con algo de frialdad desde la prolijidad más absoluta, con la fiesta de la gente capitalina, su calor, su corazón como bandera, los fuegos, la hinchada del DC United se calzó la algarabía total previos al partido indiscutidamente.
Fue lógico. Porque la fiesta del fútbol también tiene incorporada la lógica, aunque la influencia de los imponderables y de ciertos avatares azarosos se encuentre fuera de discusión. Anticipar un DC United ganador no era precisamente exponerse a ningún descrédito profesional. Se veía venir porque se anunciaba en el estacionamiento, en los puestos de comida, en las graderías desde el mismo momento en que este cuadro capitalino modelado por la numero doce y alumbrado por individualidades de real jerarquía, no se permitía caer bajo la sombra de los consagrados afectados por la abulia, la displicencia y el conformismo. Eso sentía una marea de “Rojo y Negro” llamada “HINCHADA”