WASHINGTON, DC. –Ni DC United ni New York City FC hicieron los méritos suficientes para adjudicarse la victoria. Pero, como los encuentros se ganan y no se merecen, la mayor constancia y ambición de los capitalinos para buscar el arco rival hizo que salieran con los brazos en alto del Audi Field al ganar 2 a 0 ante 19,215 aficionados que vitoreaban la salida del estratega Wayne Rooney que finalmente se dio.
Los roles están a contramano de la historia reciente. Un DC United costumbrado a mirar desde arriba ahora corre descontrolado y mira desde atrás, pierde, empata, gana con lo justo y ahora apuesta al milagro. Existe una sensación, un concepto claro que se desprende de esta eliminación del campeonato por segundo año consecutivo.
Y claro nada cerca de la comparación con el recuerdo de aquel DC United del semestre final al ganar su primer título en 1996 pero con protagonistas invertidos, claro. Aquel DC United demoledor, el que mataba de a dos por partido, el que tenía al salvadoreño Raúl Diaz Arce, los bolivianos Jaime Moreno y Marco Etcheverry, en la cumbre de rendimiento. Pero en ese recordado campeonato salía a jugar con la certeza de que algo muy extraño debía ocurrir para que se llevara el triunfo. Podía pasar, claro recordando: una noche extraña y resbaladiza (CD Necaxa de México lo saca de la final el 1ro de octubre por la CONCACAF 3-1), un acostumbrado tropezón en el clásico en casa ante extinto Tampa Bay Mutiny 4-2, el 6 de octubre, pero era eso, apenas excepciones. DC United punteaba, se encaminaba hacia el tri que finalmente conquistaría el 21 de noviembre, y detrás, corriendo y clamando por un milagro andaba Los Ángeles Galaxy.
Era un Galaxy duro, metedor, que ganaba, pero no conformaba, que peleaba mucho y jugaba poco, siempre con la misma chapa de resultado apretado sobre el lomo. Fue subcampeón el mejor al cabo, porque en un torneo como este suele imponerse el mejor. Basta revisar el historial de estos campeonatos para comprobarlo: no existieron campeonatos en los que un equipo superior al que finalmente se llevó el título se quedara con las manos vacías, a excepción, tal vez, del campeonato de 1996 que tuvo a un pelotón de conjuntos similares –y mediocres–, y que se definió finalmente a favor del DC United. Y volviendo al concepto inicial: este DC United del 2022-2023 de Wayne Rooney (despedido) está a muchos escalones por debajo de esos 1996, 1997, 1998, 1999 y 2004.
El de hoy no pelea, empata, pierde, gana a veces con lo justo, nunca le ha sobrado ni un poquito en todo este campeonato paupérrimo y corre esperando una rodada con fracturas múltiples como la última derrota por 3-0 ante el Austin FC. Porque con este triunfo no alcanza para clasificar a los playoffs.
Eso está claro. EL AGUJERITO SIN FIN ‘LA ZAGA’, zona de gestación de llegadas, símbolo de las pretensiones de un equipo. Le viene faltando un líder nato que ahora recae en Steven Birnbaum. Demasiado, sí, demasiado siendo Steven el compendio exacto de lo que significa el encargado de armar la zaga desde el fondo. No está más él y entonces la batuta la toma Eric Davis, quien sale con la pelota, que es hábil y va siempre para adelante, pero que no siente la función del dos clásico: traslada de más, casi no usa la zurda, no “lee” el juego con la sabiduría de Matai Akinmboni. Una variante que suele utilizar el ex técnico para compensar esa falta de fútbol es retrasar a Andy Najar y Birnbaum al fondo, como hizo el último partido. Sus talentos siempre están bien recibidos, lógicamente, pero al fondo aún le falta mucha continuidad, consistencia, oficio y hasta físico para soportar los embates en esa zona. Y, además claro, su presencia es requerida en la zona de fuego.
Con actitud, en una palabra. Nada es más importante que eso para un equipo, por encima de planteos tácticos adecuados o no, de la suerte o la mala suerte, de las circunstancias imprevisibles y hasta de la categoría de sus integrantes. Sin actitud positiva, clara, un equipo es nada, o poco. DC United tiene eso, en esta etapa de calidad menguante, y con eso sobrevive. Lo comprobó New York City FC, dominador intelectual del juego durante casi una hora, dueño del desarrollo al vaivén de los toques de Gabriel Pirani, las gambetas picantes de Mateusz Klich autor del primero gol, la movilidad con criterio del juvenil Ted Ku-DiPietro y el desborde de Chris Durkin autor del segundo tanto.
Con ellos y la tendencia colectiva de presionar al New York City FC en el arranque, el conjunto de Wayne Rooney (ahora despedido) eligió tiempos y espacios, asimiló la desventaja inmerecida, noqueo por maduración y pareció a punto de quedarse con todo el último partido, claro y tratar de entrar con los ocho mejores, que parece más lejos que nunca. Lo hizo, claro, y lo pagó como suele hacerlo desde hace meses.
Con esto el DC United se podría decir que murió por ser incapaz de matar cuando lo tuvo que hacer, y ésa es una ventaja exagerada para un equipo de los conjurados optimistas. Y hoy ya no apuesta ni por un milagro…